Muchas personas viven con el sufrimiento íntimo de sentir el rigor de la soledad. Aunque se encuentren rodeados de personas, o incluso en una fiesta, esa sensación profunda de estar solos sigue presente y no se la pueden sacudir.
Les falta cariño, afecto, y no encuentran la compañía que anhelan para poder superar esta dramática y triste sensación de persistente soledad.
Hay, incluso, mujeres casadas y con hijos que sufren de esta crónica experiencia. Las lágrimas se les escurren por las mejillas porque ya no pueden más con tan pesada carga. A veces es indescriptible y la llevan en silencio, porque temen expresarla y no ser comprendidas.
El príncipe azul que no llega
Muchas veces, no llega a depresión. Es añorar la compañía de alguien que te quiera y se preocupe realmente por ti. Se vive con la esperanza de que algún día llegará el príncipe azul que te despoje del doloroso atuendo de la "quedada", de la que va a las reuniones sin su marido.
Igual se distrae practicando algún deporte, trabaja en algo o está en una agradable convivencia con las amigas. Pero en cuanto se esfuma el grato momento, vuelve el fantasma de la soledad. Allí sigue, perturbando la tranquilidad y la paz interior.
La soledad es una idea
Lo primero que se tiene que afrontar es que la soledad ciertamente es una sensación; pero también es una idea. La mayoría de las veces es una obsesión por no saber disfrutar de la vida sin la compañía de alguien, hecho que se tiene idealizado desde las fantasías románticas de la adolescencia.
Se tiene que desechar semejante falsedad. No estás sola, siempre hay alguien que te quiere y se preocupa por ti. Pero sí es cierto, no como a ti te gustaría. Es ahí que se ha insertado un capricho inconsciente, por exigirle a la vida que sea una pareja quien te venga a quitar esa sensación y no ser responsable de despojarte tú misma de ella.
Es un sentir interno. Nadie del mundo externo te lo va a venir a quitar, solo tú puedes hacerlo.
Es momento de dejar de buscar afuera, porque la solución está dentro de ti.
Es dejar de esperar que llegue un ser, mágico y maravilloso, que te haga sentir acompañada y feliz. Pues si viene de afuera, te harás una persona dependiente y muy pronto volverás a sufrir, especialmente cuando esa persona se aleje o retire de ti.
Recuerda: lo que buscas es a ti misma. Ese es tu mejor encuentro para vencer la soledad.
Beneficios de la soledad
Para muchos psicólogos, la sensación de soledad es el remanente infantil de una falta de cariño y de la adecuada atención parental. Crean un vacío y la creencia de que te hace falta encontrarlo en alguien que –crees– te va a poder dar lo que en el pasado no te dieron tus padres.
Si lo vemos con otra óptica, es una motivación para que en vez de buscar en los demás el afecto y el cariño que necesitas, mejor lo busques dentro de ti misma y te empeñes en encontrar a tu mejor amiga dentro de ti.
Vivir la soledad es dejar de añorar el afecto que no te dieron, es superar la sensación de abandono y la necesidad de estar buscando quién te lo de, cuando tú misma te lo puedes proporcionar.
Si logras comprender esta importante realidad, estarás en la franca posición de vivir un encuentro profundo contigo misma y con el Amor de Dios. Por ello los místicos y grandes seres espirituales se han apartado del mundo, de la agitada vida cotidiana, para estar en la soledad.
Sin que tu pretendas hacerla de ermitaño, sí es importante que sepas que la soledad es un camino de paz interior, de encuentro con una mayor comunicación con Dios, de acercarte a tus pensamientos y descubrir tus más valiosos y claros sentimientos sin que te distraiga nada de los problemas de la vida diaria.
Estar solos es un momento de gran valor en nuestras vidas, porque nos damos la oportunidad de saber lo mucho que Dios nos ama. De descubrir lo maravilloso que es sentirnos siempre amados por Él, y así tener mucha más consciencia de que la tarea más importante es amarnos a nosotros mismos, y a los demás, para dejar de buscar que nos den lo que ya tenemos.
La sensación negativa de la soledad desaparece y se convierte en la oportunidad de estar contigo misma y con el Amor de Dios, y dejar de estar buscando a quien te venga a acompañar y a quitarte ese dolor que aún tienes por la herida infantil del pasado.
Apreciar la soledad es un ejercicio de autonomía, de independencia, de hacer consciencia de tu libertad para entregarte y dar lo mejor de ti y no para, en secreto, estar buscando quién te venga a calmar tu sufrimiento por sentirte sola y necesitada de compañía.