Visitar un monasterio es siempre una experiencia gratificante. Un momento en la que te encuentras con Dios y con la historia. En la Europa medieval surgieron infinidad de ellos a lo largo y ancho de la geografía. Más grandes, más pequeños, más o menos poderosos, todos ellos esconden detrás una historia apasionante de hombres y mujeres que se recluyeron para seguir aquellas hermosas directrices resumidas en "Ora et Labora".
En la actualidad, adentrarse en sus iglesias, sus claustros, refectorios y salas capitulares es una experiencia maravillosa.
En Burgos, se encuentra uno de los más antiguos y ricos monasterios de España. En él vivieron mujeres de alta cuna que hicieron de sus muros uno de los lugares más poderosos de la época medieval. Donde en la actualidad se erige orgulloso el Monasterio de las Huelgas Reales era en el siglo XII un terreno semiabandonado.
De hecho, la zona se conocía como "Las Huelgas", dado que sus tierras no estaban cultivadas. El lugar, en el que existía un pequeño palacete real, fue el elegido por los reyes Alfonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet para erigir un monasterio femenino.
La carta fundacional de Las Huelgas Reales, como se conoce popularmente al monasterio, data del año 1187. Leonor, hija de la gran reina Leonor de Aquitania, quiso emular a su madre, quien había hecho de la Abadía de Fontevraud un lugar de recogimiento y sabiduría en la Francia medieval. De hecho, hizo traer a maestros constructores y artesanos franceses para colaborar en la construcción del monasterio burgalés.
El Papa Clemente III aceptó la fundación de Las Huelgas Reales y pronto su actividad religiosa y su influencia en la zona empezó a crecer. Los reyes otorgaron un gran número de tierras y propiedades que irían ampliándose con el tiempo gracias a las dotes de muchas de las religiosas que ingresaban en el monasterio. Cîteaux le otorgó el derecho a instituirse como casa madre de los monasterios femeninos castellanoleoneses.
Las primeras monjas que se instalaron en él provenían del Monasterio de Santa María de la Caridad de Tulebras, en Navarra. Este había sido el primer monasterio femenino cisterciense fundado en la Península Ibérica. Entre estas religiosas se encontraba la infanta Mariasol, o Misol, quien fue la elegida por los reyes como la primera abadesa de la nueva fundación.
Después de la madre Mariasol, sería una de las hijas de los soberanos, Constanza, la que tomaría las riendas del cada vez más influyente monasterio. Estas y las que continuaron dirigiendo el monasterio, fueron mujeres que disfrutaron de un poder inusitado en la época. La abadesa de las Huelgas no rendía cuentas a ningún miembro de la jerarquía eclesiástica, sino que lo hacía directamente al papa.
Además de las tareas habituales de una madre abadesa, las mujeres que estuvieron al frente de Las Huelgas tuvieron que ser grandes señoras feudales, capaces de dirigir y controlar un extenso señorío territorial que incluía, entre otros, molinos, villas y tierras de cultivo. Lo único que no podían hacer eran las responsabilidades exclusivas de los sacerdotes, pero eran ellas las que elegían qué eclesiástico era el adecuado para realizar los sacramentos en las ceremonias litúrgicas y en el día a día del monasterio.
Además de las celebraciones que marcaba el calendario religioso, en Las Huelgas Reales tuvieron lugar otras. Aquí se nombraron caballeros a reyes como Fernando III el Santo, Eduardo I de Inglaterra o Pedro I de Castilla. También fueron coronados Alfonso XI y su hijo Enrique II.
Cuando los reyes Alfonso VIII y Leonor Plantagenet decidieron erigir este monasterio, lo hicieron también con el objetivo de que fuera panteón real y que se convirtiera en su última morada.
El Monasterio de las Huelgas Reales tuvo gran poder hasta el siglo XIX. En la actualidad, Las Huelgas Reales pertenece a Patrimonio Nacional, pero en él aún siguen viviendo unas pocas religiosas de la orden del Císter.
Visitar el Monasterio de las Huelgas Reales supone un apasionante viaje al pasado. En la Iglesia y naves adyacentes se pueden contemplar a día de hoy las hermosas tumbas reales de los reyes fundadores, de algunos de sus hijos, abadesas y caballeros. Berenguela la Grande, Enrique I, don Fernando de la Cerda, Constanza de Castilla, Sancho de Castilla, Blanca de Portugal, son algunos de los nombres propios de las personalidades que descansan en tan excelso lugar.
Muchos de los sepulcros fueron saqueados durante la guerra de Independencia por los soldados de Napoleón, pero algunas pudieron conservarse. Tras un profundo trabajo de restauración, algunos de los sepulcros fueron abiertos y sus joyas y ricos ropajes se trasladaron a una sala del monasterio que constituye en la actualidad el Museo de las Telas.
Aquí se pueden observar los ricos trajes con los que fueron enterrados algunos de los ilustres personajes. Además, en el museo se pueden contemplar otros objetos históricos como una carta de Santa Teresa o el famoso Pendón de las Navas de Tolosa que Alfonso VIII, principal impulsor de la batalla contra los musulmanes en la Península, se llevó como botín de guerra.
Además de la Iglesia y el museo, en Las Huelgas Reales se puede visitar el claustro, otro claustro más pequeño conocido como "Las Claustrillas", la sala capitular o el refectorio. En todas sus estancias se puede contemplar una magnífica mezcla de estilos arquitectónicos, de objetos antiguos, como una imponente puerta de origen musulmán procedente de la conquista de Almería o una réplica del rico Códice de Las Huelgas, un manuscrito que recoge un importante repertorio de música sacra y cuyo original se custodia en el propio monasterio. La Capilla de Santiago aún conserva la curiosa escultura articulada del apóstol que se utilizaba durante las ceremonias en las que se nombraban caballeros.
Cuando sales del Monasterio de las Huelgas Reales tienes la agradable sensación de haber compartido unos momentos únicos con un pasado lleno de gestas reales, a la vez que el recogimiento te invade al pasear por sus hermosas estancias.