Hay que tener mucha gracia para hablar de la alegría de Jesús, de su humor y de su sonrisa. Y García-Máiquez la tiene. Embarcarse en la aventura de hacer glosas del Evangelio destacando los momentos de humor de Cristo no es nada fácil.
El mismo autor lo explica en el prólogo. Se puede caer en la tentación de que Cristo viene a mostrarnos un mensaje muy serio y no cabe en Él el humor (rasgo característico humano). Se puede ver el humor de Cristo en exceso, haciendo de todos los pasajes una comedia (aunque fuera divina); y se podría también desfigurar o opacar la figura de Cristo si nos centramos solamente en su humor.
En La Gracia de Cristo, de Ediciones Monóculo Enrique García-Máiquez no cae en ninguno de los tres errores haciendo un ejercicio de equilibrismo que sólo puede sostenerse en una amplia lectura del Evangelio. Una visión que se deja sorprender por el Asombro continuo y un sentido del humor destilado por años de experiencia en lecturas, poesías, artículos y aforismos.
Sólo así puede pensarse que un libro pueda comenzar con esta maravillosa frase: "A mi suegra, Nuni". Una dedicatoria que tiene su implicación evangélica en el milagro de Jesús con la suegra de Pedro. Menuda gracia. "¿Han notado el silencio de Pedro?", escribe el autor, "No pide ni mú. Ni había advertido antes de que su suegra se encontraba mal: Jesús lo descubre cuando llega". Y se imagina una escena final, una mirada de Jesús a Pedro: "Con tu suegra, qué calladito estabas, ¿eh, elemento?".
Tuve que volver a leer Mateo 8, 14-15. ¿De verdad Pedro había estado callado? Y esto es lo más maravilloso del libro: No es la exégesis humorística por parte del autor, sino la invitación a volver a leer el Evangelio con nuevos ojos, con capacidad de asombro, con la mirada de un niño.
Así, sin darse uno cuenta termina releyendo el pasaje de la viga en el ojo riéndose con una hipérbole surrealista; o sorprendiéndose con la frase de Jesús a los discípulos cuando le dicen que sólo tienen "cinco panes y dos peces": "Traédmelos", como si fuera directamente a comérselos. O releer a Jesús en el Mar de Galilea… ¿No es acaso gracioso ver a un señor de 30 años andando sobre las aguas en medio de un tormenta?
Porque la intención de Enrique García-Maiquez, quiso dejarlo muy claro en la presentación del libro en Madrid, no es otra que invitar al lector a "releer el Evangelio" y en esa nueva lectura ver la sonrisa de Cristo.
Durante años me pregunté de dónde sacaba el autor tanta gracia e inspiración en sus columnas diarias en medios de comunicación. ¡Te descubrí, Enrique! (¡En la duda, saluda!).
Alguna de las ideas de las glosas del Evangelio ya las había leído en algunos de tus artículos. Lo cual me hace asegurar, sin ningún género de dudas el origen de su gracia: la Gracia de Cristo en el Evangelio.