"Señor, haz que conozca mi fin y cuál es el largo de mis días, para que sepa lo frágil que soy"
En estos días he pasado un poco callado, silencioso, seguro lo has notado al leer pocos escritos míos en Aleteia. Y es que, a mi edad, 65 años, me ha dado por ser más reflexivo, pensativo.
Escribo más despacio como saboreando cada palabra, tratando de llenarlas de significados.
Llevo una vida en la que el tiempo es más valioso que el dinero y la presencia de Dios es el mayor de los tesoros.
Calma, oración
Paso más tiempo leyendo a los grandes autores de espiritualidad, sumergiéndome en sus vidas y pensamientos.
Tomo sus libros y me preguntó: "Qué te llevó a Dios? ¿Qué vivencias has tenido que te movieron a buscar inspiraciones divinas para este libro?".
Disfruto el silencio con el que puedo escuchar a Dios y valoro más la oración que me permite ponerme en la presencia amorosa y paternal de Dios.
Jesús nos renueva
Para mí, escribir no es un oficio sino una pasión.
Me apasiona hablar y escribir de Jesús vivo en el sagrario, de nuestra fe y nuestra santa madre Iglesia.
Me pasa mucho cuando me entrevistan en una emisora de radio católica, como ocurrió recientemente en Radio María de mi país, Panamá.
Querían entrevistarme como autor católico contemporáneo y les sugerí: "Mejor hablemos de Jesús VIVO, presente en todos los sagrarios del mundo y a menudo abandonado". Les encantó la idea y hablamos de Jesús.
Escribir me cambia y me acerca a Dios.
Distracciones
¿Que el mundo me distrae? Muchísimo. Tiene sus encantos y muchas y variadas tentaciones. Sus cosas buenas y otras no tan buenas ni positivas. Pero es así y hay que seguir adelante, luchando, perseverando en la oración.
Algunos se sumergen en una vida de esclavitud con su teléfono móvil al que no sueltan un minuto y descuidan su vida de fe y oración. Lo sé bien, me ha pasado.
Como escritor católico (observa que escribo católico con mucha alegría) sé que debo procurar dar ejemplo con mi vida, algo nada fácil siendo como soy, un pecador, una persona imperfecta cuyo único mérito tal vez sea anhelar a Dios.
Mi vida ha girado siempre en torno al sagrario.
Sabiendo que allí está Jesús, que es el hijo de Dios, que nada hay imposible para Él y que es un gran amigo, es natural que así sea.
En camino
No busques en la Iglesia personas impolutas. No las encontrarás. Hasta los santos tenían sus defectos.
San Francisco de Sales -que terminó siendo "el santo de la amabilidad" y cuyo nombre (salesianos) tomó Don Bosco para su congregación- solía ser muy grosero y tenía un mal carácter. Luchó contra ese defecto toda su vida y al final venció.
Los católicos no somos perfectos. Caemos, nos levantamos, nos equivocamos, pedimos perdón. Procuramos perdonar y ser humildes, aunque cueste.
En mi caso anhelo un tesoro que veo distante y es muy difícil obtenerlo: "la santidad".
La experiencia me demuestra que podemos con la ayuda del buen Dios, nuestro Padre, ser humildes, vencer las tentaciones y al mundo, y terminar siendo como Jesús quiere que seamos: "santos para Dios".
Cristo vence, también en ti
Hay una pequeña meditación de Chiara Lubich que me envió una amiga del Movimiento de los Focolares que me gustó mucho. Viene como anillo al dedo y por eso te la comparto.
"¡Confíen, yo he vencido al mundo!" Cuando el aburrimiento, el desgano o la rebelión amenazan con debilitar nuestra alma en el cumplimiento de la divina voluntad, debemos superarnos.
Con Jesús se hace posible que el "hombre nuevo" viva constantemente en nosotros, que las nubes de humo del mundo que entorpecen nuestra alma se disipen".
Ahora te repetiré la pregunta con la que iniciamos este corto rato de reflexiones:
"¿Qué piensas hacer con tu vida?".
¿Me permites ayudarte? Te sugiero el camino que te hará feliz: "Dedícasela a Dios".
Antes de terminar, quisiera compartir contigo un maravilloso escrito publicado en Aleteia y que me dejó una gran alegría y la interior. Se titula: "Dios me busca".
¿Te gustaría escribirme y compartir tu búsqueda y experiencias con Dios? Te paso mi email personal: cv2decastro@hotmail.com
¡El buen Dios te bendiga!