En medio de la vorágine de información que nos satura la mente cada día, nos bombardean con temas de toda índole, unos buenos, otros no tanto, pero todos causando efectos diversos en las personas que consumen los medios de comunicación y redes sociales.
Entre ese multivariado menú de posibilidades, sobresalen los que se enfocan en hablar del valor de la persona: defendiendo a la mujer, a los animales, al planeta; otros, denostando la vida humana, solicitando el aborto en cualquier etapa de la gestación. Unos a favor de toda clase de vida, otros a favor de eliminar solo la vida humana. ¡Qué contradicción!
¿Cuánto vales?
Sin embargo, es poco probable que haya una reflexión seria y profunda detrás de esas propuestas de aniquilamiento de la vida, porque la persona que está segura de su valor, sabe que todo el género humano vale lo mismo. La prueba está en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, lugar del sacrificio eterno para el bien de la humanidad, donde no se distinguió ni se sobrepuso a nadie.
Por eso, la pregunta es directa: ¿cuánto vales? y la respuesta es igualmente directa: vales la sangre de Cristo.
"Nos has comprado, Señor, con tu sangre".
Estamos tasados con la sangre de Cristo
El Hijo de Dios vino "para que las ovejas tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn 10, 10). Po eso, no podemos menospreciar a nadie, porque el Señor vino al mundo por todos los hombres y mujeres de todos los tiempos y de todo el mundo. La sangre derramada por Jesús no tiene precio, por eso, los destinatarios de ese infinito y sublime sacrifico tampoco lo tienen.
Por esta razón, quienes pretenden subestimar a las personas por su condición de raza, sexo, nivel socio económico o cualquier otro factor, está cometiendo una injusticia, y en caso del aborto, un pecado abominable porque Cristo murió por todos y cada uno de nosotros.
Recordemos esta verdad cada vez que alguien quiera sobajarnos, pues la humildad desea que nos reconozcamos pecadores, humillándonos como Cristo lo hizo, para demostrarnos que sin Él no podremos enfrentar las adversidades. Sin embargo, cuando se trate de defender la vida, no hagamos caso omiso, en ese momento debemos demostrar con firmeza que las vidas no son menos importantes aunque sean frágiles.
Pidamos al Señor que nos ayude para que, como los santos nos dieron ejemplo de amor a Cristo y al prójimo, nosotros seamos fieles y valientes a la hora de la prueba.