Se trata de uno de los objetos más sorprendentes expuestos en los Museos Vaticanos: una bandera del Estado más pequeño del mundo, que fue transportada a la Luna por los astronautas de la misión Apolo 11, se exhibe en una vitrina, junto con algunos fragmentos de la superficie lunar.
En una pequeña placa se lee: "Esta bandera viajó a la Luna y regresó con el Apolo 11, y estos fragmentos de la superficie lunar fueron traídos de vuelta a la Tierra por la primera tripulación que llegó a la Luna".
Esta bandera fue entregada al Papa Pablo VI por el Presidente estadounidense Richard Nixon durante su segunda visita al Vaticano, el 29 de septiembre de 1970, tras un primer encuentro con el Papa italiano el 2 de marzo de 1969. Animado por el entusiasmo mundial generado por esta misión, que había permitido a Estados Unidos afirmar su supremacía tecnológica y cultural sobre la rival Unión Soviética, el presidente Nixon, cuáquero de fe y preocupado por las aperturas de la Santa Sede hacia los regímenes comunistas, pretendía vincular al papado al bloque occidental.
Naturalmente consciente del riesgo de instrumentalización en este complejo clima de Guerra Fría, Pablo VI asistió sin embargo con pasión a los primeros pasos del hombre en la Luna, que siguió en directo por televisión desde su residencia veraniega de Castel Gandolfo.
¡Honor a vosotros, hombres artífices de la gran empresa espacial! Honor a todos los que han hecho posible el más audaz de los vuelos", dijo el Papa tras el acto.
Su entusiasmo quedó patente también en sus palabras en el Ángelus del 13 de julio de 1969, una semana antes de que la tripulación del Apolo 11 llegara a la Luna. "El hombre, esta criatura de Dios, aún más que la misteriosa Luna, en el centro de esta empresa, se revela. Se revela como un gigante. Se revela divino, no en sí mismo, sino en su principio y en su destino. Honor al hombre, honor a su dignidad, a su espíritu, a su vida", declaró el Papa italiano.
Los tres astronautas de la misión Apolo 11, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, fueron recibidos en audiencia oficial en el Vaticano el 16 de octubre de 1969. Pablo VI les rindió homenaje con estas palabras:
"El hombre tiene una tendencia natural a explorar lo desconocido, a conocer lo misterioso; pero el hombre tiene también miedo a lo desconocido. Su valentía venció este miedo y, gracias a su intrépida aventura, el hombre ha dado un paso más hacia un mejor conocimiento del universo: en sus propias palabras, señor Armstrong, 'un salto de gigante para la humanidad'".
La comunión lunar de Buzz Aldrin
La misión Apolo 11 contó con un ferviente cristiano en la persona de Edwin Aldrin -conocido comúnmente como Buzz Aldrin, e inspirador del personaje de Buzz Lightyear en Toy Story-, que era diácono de la Iglesia Presbiteriana. Impulsado por una profunda fe, comulgó con pan y vino en una discreta ceremonia personal poco después del alunizaje, utilizando un kit que le confió su pastor.
Esta ceremonia religiosa no fue difundida por la NASA porque caía fuera del perímetro científico que legitimaba la financiación pública de la misión, pero Buzz Aldrin reconoció públicamente su acercamiento religioso un año después, declarando: "Es interesante pensar que el primer líquido vertido en la Luna y los primeros alimentos ingeridos son elementos de comunión".
Desde el módulo lunar, el astronauta también citó un pasaje del Salmo 8: "Viendo tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que pusiste, ¿qué es el hombre para que pienses en él?"
Este momento selló el destino de un hombre cuya infancia estuvo marcada por el escultismo, pero también por el alcoholismo de su madre, cuyo nombre de soltera, sorprendentemente, era Marion Moon. Todavía muy popular en Estados Unidos, Buzz Aldrin, de 94 años, es actualmente el único superviviente de la misión Apolo 11, tras la muerte de Neil Armstrong en 2012 y de Michael Collins en 2021.