La práctica de tomarse de las manos a la hora de rezar el Padre nuestro en Misa viene del mundo protestante.
Y la razón es que los protestantes, al no tener la Presencia Real de Cristo; es decir, al no tener una comunión real y válida que los una entre sí y con Dios, apelan al gesto de tomarse de la mano como momento de comunión en la oración comunitaria.
Símbolo de unidad
Nosotros en la Misa tenemos dos momentos importantes: la Consagración y la Comunión.
Allí -en la Misa- es donde está nuestra unidad, allí es donde nos unimos a Cristo y en Cristo por el sacerdocio común de los fieles; y lo de tomarse la mano es una distracción de eso.
Los católicos nos unimos en la Comunión, pero no cuando sujetamos nuestras manos. Además, no hay nada en la Instrucción General del Misal Romano que indique que esta práctica tenga que hacerse, y esto es importante porque, en la Misa, cada gesto es regulado por la Iglesia y sus rúbricas.
Gestos y posturas
Es por esto que tenemos partes particulares de la Misa en las que nos arrodillamos, partes en las que nos levantamos, partes en las que nos sentamos, etc., y no hay mención alguna en las rúbricas que hable de que tengamos que asirnos las manos al rezar el Padre nuestro.
Por tanto, evítese esta práctica durante la celebración de la Misa. Ahora bien, si alguien quiere hacerlo, que lo haga (a modo de excepción) con alguien de absoluta confianza, sin forzar a nadie, sin incomodar a nadie y sin ánimo de que esta práctica se convierta en norma litúrgica para todos.
Hay que tener en cuenta que no todo el mundo quiere agarrar la mano al vecino, y tratar de imponerlo resulta un momento incómodo en detrimento de la oración, de la piedad y del recogimiento.
Tomarse las manos fuera de Misa
Otra cosa muy diferente es la oración comunitaria fuera de la Misa; no habría oposición alguna si se toma de la mano a alguien pues es un gesto muy emotivo y simbólico. Esta, como otras actitudes, no es otra cosa que la exaltación del sentimiento.
Estar en comunión es, más bien, en el hecho de estar confesado, en el hecho de estar en estado de gracia, y, sobre todo, en el estar preparado para la Eucaristía.