Santo Tomás es uno de los doce Apóstoles escogidos por Cristo. De él conocemos lo que nos han narrado los Evangelios, que corresponden a cuatro episodios de la vida de Jesucristo. Aparece citado en 10 ocasiones en los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles.
Entre los Doce escogidos por Dios
Fue llamado por Cristo y aparece en la lista de los Doce. En el Evangelio de san Mateo dice así:
"Los nombres de los doce Apóstoles son: en primer lugar, Simón, de sobrenombre Pedro, y su hermano Andrés; luego, Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó".
Aparece también en la lista que dan los otros dos Evangelios sinópticos, el de Marcos y el de Lucas.
"Vayamos también nosotros a morir con él"
Gracias a san Juan sabemos que era llamado "el Mellizo" (el gemelo, en algunas traducciones) y que se sentía y se decía capaz de entregar su vida por el Señor. Cuando le comunican a Jesús que su amigo Lázaro ha muerto y se dispone a volver a Judea, aunque sabe que corre peligro, Tomás lanza a los demás discípulos un reto:
"Tomás, llamado el Mellizo, dijo a los otros discípulos: 'Vayamos también nosotros a morir con él'" (Jn 11, 16)
Una pregunta llena de sinceridad
En la Última Cena, Tomás vuelve a mostrar su proximidad con el Señor, su transparencia y su actitud de creer solo en lo que alcanza su razón. Cuando Jesús dice a los Apóstoles que va a la Casa del Padre, se produce esta situación:
"Tomás le dijo: 'Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?'. Jesús le respondió: 'Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí'".
Gracias a la pregunta sincera y leal de Tomás, el Señor da una respuesta que servirá a los cristianos de todos los siglos y acercará a muchas personas a la fe.
El encuentro con Jesús Resucitado
"En la primera aparición de Jesús resucitado a sus apóstoles no estaba con ellos Tomás. Los discípulos le decían: 'Hemos visto al Señor'. Él les contestó: 'Si no veo en sus manos los agujeros de los clavos, y si no meto mis dedos en los agujeros de sus clavos, y no meto mi mano en la herida de su costado, no creeré'. Ocho días después estaban los discípulos reunidos y Tomás con ellos. Se presentó Jesús y dijo a Tomás: 'Acerca tu dedo: aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en la herida de mi costado, y no seas incrédulo sino creyente'. Tomás le contestó: 'Señor mío y Dios mío'. Jesús le dijo: 'Has creído porque me has visto. Dichosos los que creen sin ver'".
De nuevo gracias a santo Tomás se produce una lección única del Señor acerca de cómo debe ser y crecer nuestra fe, y de cómo la misericordia y la paciencia de Dios con nosotros es infinita. No sabemos si Tomás llegó a palpar el costado abierto de Cristo con su propia mano o fue suficiente con escuchar la voz del Señor, pero sí conocemos su conversión, que es el regalo que Dios le había preparado.
La tradición sitúa después a santo Tomás Apóstol, evangelizando en Persia y la India, donde podría haber fallecido en el año 72.
La fiesta de santo Tomás Apóstol se celebra el 3 de julio.