Las bombas que por milagro de la Virgen del Pilar no explotaron

Eran las tres de la madrugada del 3 de agosto de 1936 y un bombardero Fokker F-VII del ejército republicano español, lanzó cuatro bombas sobre la basílica de la Virgen del Pilar, en Zaragoza. Una de ellas cayó en una de las calles cercanas a la basílica. Quedó incrustada, de pie en el pavimento, haciendo saltar los adoquines, y creando en el suelo la forma de una cruz. Actualmente se puede observar una cruz de mármol que señala el lugar exacto en donde esto ocurrió.

Otra bomba cayó en la Plaza del Pilar y dos en el techo del templo, dejando dos huecos visibles y derramando explosivo por todo el fondo de la bóveda.

Una de las bombas destruyó, en parte, un importante marco dorado del mural de Goya en el Coreto de la Iglesia.

A pesar de los daños, lo increíble es que, milagrosamente, las bombas no explotaron. Los pobladores inmediatamente atribuyeron lo acontecido a una intervención de la Virgen María. Sin embargo, investigaciones posteriores han llevado a los expertos en artillería a realizar diversas teorías que expliquen este suceso.

Uno de los informes más extendidos declara que las bombas estaban diseñadas para explotar por encima de los 500 metros y, como varias personas atestiguaron, el bombardero sobrevolaba la ciudad a una altura de 150 metros, aproximadamente. Otras teorías señalaron que las bombas tenían defectos de fabricación.

Dos de las cuatro bombas, totalmente intactas, se encuentran colgadas muy cerca de la Santa Capilla; y sobre ellas se encuentran las banderas de México, Haití, Costa Rica, Perú y El Salvador, por ser, la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad.

Esta basílica es considerada como el primer templo de la cristiandad. Según la tradición, la Virgen María se apareció al apóstol Santiago el 2 de enero del año 40. En ese momento, Santiago y los primeros conversos de esta tierra construyeron una capilla para resguardar el pilar que fue puesto por la Virgen María después de esta aparición.

Después de diferentes edificaciones, se llegó al templo barroco que conocemos actualmente, gracias al Virrey de Aragón, Juan José de Austria. Felipe Busiñac y Felipe Sánchez fueron los maestros de obra que comenzaron la construcción en 1670.