Como colgado de los dramáticos acantilados de las montañas pónticas de Turquía, en las proximidades del Mar Negro, el monasterio de Sumela es un monumento a la historia y el legado del cristianismo en la región.
Fundado a principios de la era cristiana, posiblemente en el siglo IV, sus orígenes exactos siguen siendo un tanto desconocidos. La tradición sugiere que fue fundado hacia 386 d.C., durante el reinado del emperador Teodosio I (375-395 d.C.), por dos monjes atenienses llamados Bernabé y Sofronio. Su renombre se debe a un venerado icono de la Theotokos, conocido como Panagia Gorgoepikoos - "La que es rápida para oír". La leyenda afirma que este icono fue pintado por el mismísimo apóstol Lucas.
El estilo arquitectónico único de Sumela refleja su ubicación junto a los acantilados. Una serie de edificios, capillas y viviendas se construyeron a lo largo de varios siglos, adaptándose orgánicamente a las irregularidades del terreno. La característica más llamativa del monasterio es su impresionante fachada, una estructura de varios pisos que parece aferrarse a la pared del acantilado. Las paredes interiores están (o, mejor dicho, estaban) profusamente adornadas con frescos que representan narraciones bíblicas y santos. Los frescos del monasterio están gravemente dañados por el vandalismo y, aun así, estos restos proporcionan una profunda experiencia visual a los peregrinos.
El monasterio de Sumela prosperó durante siglos dentro de la ortodoxia griega como centro destacado de aprendizaje, culto y producción artística. Sin embargo, tras el intercambio de población entre Grecia y Turquía, a principios del siglo XX, el monasterio cayó temporalmente en desuso.
De hecho, el 22 de septiembre de 2015, el monasterio cerró para realizar las renovaciones de seguridad necesarias. El extenso proyecto de restauración duró tres años, y el monasterio reabrió sus puertas a los turistas el 25 de mayo de 2019. Sigue siendo un hito histórico y turístico vital en Trabzon.
Aunque las prácticas religiosas de la Iglesia Ortodoxa Griega difieren de las del catolicismo latino, el Monasterio de Sumela es un testimonio del poder perdurable de la fe y de las expresiones artísticas que inspira. Su importancia histórica radica en su papel como lugar de peregrinación, centro de aprendizaje y cautivador ejemplo de arquitectura bizantina, que ofrece una ventana al rico patrimonio cristiano de la región.