Llevar ayuda a la población ucraniana, junto con la cercanía del papa Francisco y de toda la Iglesia: esta es la misión del cardenal Konrad Krajewski, prefecto del dicasterio para el Servicio de la Caridad, por cuarta vez enviado del Pontífice al país desgarrado por casi siete meses de conflicto.
«No hay palabras, no hay», dijo el cardenal Konrad Krajewski en Izium, localidad recién abandonada por los rusos, donde rezó ante los numerosos cuerpos enterrados en fosas comunes. En el escenario infernal del conflicto.
Envuelto en un tiroteo el sábado, este lunes, quizás le ha tocado la tarea más dura al Limosnero del Papa en Ucrania, después de llorar en abril también ante las fosas comunes en Bucha. A pesar de todo, el purpurado habló en este contexto del silencio, la esperanza cristiana que no muere y está presente en la misericordia de quienes cavan con movimientos rituales, en medio de la tierra bañada de sangre, para dar digna sepultura a las víctimas.
Un día difícil que sólo la oración puede colmar
Krajewski llegó por la tarde a la ciudad y relata la mañana que pasó con monseñor Pavlo Honcharuk, obispo de la diócesis de Járkov-Zaporiyia, en Izium, y donde se encontraron los restos de unas 500 personas.
"Allí fuimos testigos de una 'celebración'", aseguró Krajewski a Vatican News. Así narró cómo 50 jóvenes en su mayoría bomberos, soldados y policías vestidos con vestimenta sanitaria blanca sacaban ritual y delicadamente los cuerpos de las tumbas.
Se trata de los cuerpos de ucranianos asesinados, hace unos 3 a 4 meses, «algunos recién enterrados allí». El cardenal manifestó su sentimiento de estupefacción ante tal horror. «Lo sé... está la guerra y la guerra no conoce la piedad, también están los muertos. Ciertamente, ver a tantos en una zona es algo difícil de contar».
El silencio y la misericordia
Ver llevarse los cuerpos en silencio, en una celebración emotiva y conmovedora, ha sido algo que conmovió a Krajewski: Una «tarea dolorosa la piedad de todo hombre». «Hubo una cosa que me conmovió mucho: estos jóvenes ucranianos estaban sacando los cuerpos de una manera tan delicada, tan tranquila, totalmente silenciosa».
"Parecía una celebración, nadie hablaba pero había tantos policías, soldados... Al menos 200 personas. Todo en silencio, con una increíble apreciación del misterio de la muerte. Realmente había mucho que aprender de estos chicos". Y "parecía que lo hacían por sus propias familias, por sus padres, hijos, hermanos", añadió.
El cardenal junto con monseñor Pavlo Honcharuk, caminaron entre los cuerpos mientras rezaban una Coronilla de la Misericordia durante tres horas. "No podía hacer otra cosa, una celebración de la misericordia".
Y describe sus movimientos del corazón en ese momento: "Esto se ha quedado conmigo ahora que estoy de vuelta en Járkov, me encuentro en la capilla y pienso en estos jóvenes". Fue un día difícil, marcado también por la visita a una comisaría de policía, convertida en cámara de tortura. Allí donde los detenidos, en la espera de una nueva sesión de suplicio, escribieron en los muros la oración del Padrenuestro.
"Sabía que encontraría muchos muertos, pero conocí a hombres que mostraron la belleza que a veces se esconde en nuestros corazones. Mostraron una belleza humana en el lugar, donde sólo podía haber venganza". "Pero no. Recordé las palabras de la Sagrada Escritura de que el mal siempre debe ser vencido con el bien".
Una misión en el frente de guerra
Hace cuatro días, el cardenal polaco fue alcanzado por los disparos, resultando ileso, mientras entregaba ayuda en Zaporiyia.
Llevar ayuda a la población ucraniana, junto con la cercanía del Papa y de toda la Iglesia. En este viaje estaban previstas tres paradas: Odessa, Zaporiyia y Járkov. El cardenal partió hacia Ucrania en el noveno aniversario de su ordenación episcopal, que tuvo lugar en el Vaticano el 17 de septiembre de 2013.
Con un minibús cargado de ayuda humanitaria, acompañado por dos obispos, uno católico y otro protestante, y un soldado, el prefecto fue al encuentro de las personas afectadas por la guerra, dándoles esperanza.
Pero en Zaporiyia, el grupo se vio envuelto en un tiroteo y el cardenal, junto con los demás, tuvo que huir para ponerse a salvo: "Por primera vez en mi vida, no sabía hacia dónde correr. Porque no basta con correr, hay que saber dónde".
Al final todo salió bien y se entregó la ayuda. Incluso los rosarios bendecidos por el Papa: quienes los recibieron se los pusieron inmediatamente al cuello. Ahora, reiteró el cardenal, "sólo se puede rezar" y repetir: ¡Jesús, confío en ti!". Este martes, el enviado del Papa llegará a Kiev y desde allí partirá hacia Roma.
La ciudad de Izium estuvo ocupada por Rusia desde abril de 2022 hasta el 10 de septiembre de 2022, cuando recuperaron la ciudad las Fuerzas Armadas de Ucrania durante la contraofensiva de Járkov.