—Mi esposa se ha vuelto tan conflictiva que empiezo a pensar que, aun cuando tenemos un hijo pequeño, no es justo seguir viviendo junto a ella, si mi amor se ha ido desgastando. —contaba en consultorio un joven señor, con rostro sombrío.
Sin embargo, en el fondo del corazón, algo me dice que debo mantener la esperanza —agregó dubitativo.
—Muy bien, entonces, le propongo que exploremos desde el fondo de su corazón, hacia su cabeza —le dije amablemente.
¿Qué diría usted acerca de unos padres que no logran aceptar a su hijo porque ha nacido discapacitado, con el argumento del dolor y la contrariedad que su condición les causa?
—¡Que serían unos padres desnaturalizados!... ¡que su amor debería ser incondicional a quien es carne de su carne... faltaba más!
Compromiso al decir sí
—Pasa que el amor conyugal es semejante al amor paterno, pues quienes se casan dicen sí a un profundo vínculo nacido de su libérrima voluntad. Un vínculo que genera un compromiso en amar al otro, como a la propia carne.
Es por eso que su esposa es carne de su misma carne, y hueso de sus mismos huesos.
—¡Oh! Eso ahora me parece solo una bella metáfora... la verdad.
—Se equivoca, no se trata de algo imaginario sino de una realidad que solo el vínculo matrimonial es capaz de engendrar en quienes verdaderamente se aman. Una realidad que se comprueba en el mayor don del hijo, que igual es carne de su carne, y hueso de sus huesos, y cuyo principal alimento espiritual y psicológico es el amor por el que fue engendrado, y que brota de la unidad de sus padres.
"Póngase en mi lugar"
—Si, pero habría que estar en mi lugar para entender, porque me es difícil aceptar esa realidad.
—Difícil pero no imposible, siguiendo el ejemplo de los padres con un hijo discapacitado.
¿Estaría usted de acuerdo en que, al engendrar a su hijo, tales padres adquirieron un compromiso de amor sin límites, por el que encima de su dolor, no han de permitir que el suyo sea un amor egoísta, es decir muy pobre y de baja calidad... que tal cosa no se valdría?
—¡Por supuesto que no se valdría!
Es el momento de aprender a amar mejor
—¿Que por un amor así, esos padres, al reconocer la condición de minusvalía de su hijo, su compromiso no solo no acabaría ahí, sino que verdaderamente comenzaría, pues sería el momento de aprender a amarlo más?
—De acuerdísimo, y se lo digo como padre que soy.
—Muy bien, ahora dígame... ¿afectado el amor entre cónyuges, se acaba el compromiso?
—Bueno... sus explicaciones y el ejemplo que me ha puesto coinciden con la esperanza que conservo en mi corazón en cuanto a que, ante los problemas con mi esposa, mi verdadero compromiso no solo no se acaba, sino que comienza.
A decir verdad, reconozco que mientras mi esposa no tenía problemas emocionales o depresivos, mi inclinación amorosa era espontánea y mi compromiso no se notaba. Pero ahora ante las dificultades, el compromiso, aun cuando no es suave, ni leve… soy capaz, por mi voluntad, de mantenerlo vivo, así que lucharé en la dirección correcta.
Tiempo después y con ayuda especializada, su esposa se ha superado y han vuelto a ser felices.
No se puede pensar que el compromiso en el matrimonio, se sostenga solo mientras que haya inclinación amorosa espontánea, no existan dificultades, o mientras el contrayente quiera. No es así, pues el verdadero compromiso que convierte a los conyugues en una sola carne y un solo espíritu, contiene en sí, un amor debido en justicia, capaz de superar todas las pruebas.
Por Orfa Astorga de Lira
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