Fath recuerda que Toussaint Louverture (1743-1803), libertador de Haití, cuyo 220 aniversario de la muerte en cautiverio se conmemoró el 7 de abril pasado, fue el primero que lideró a un pueblo negro emancipado de los colonizadores esclavistas y fundó una república independiente.
"Pero hoy, en Puerto Príncipe, no hay tiempo para celebraciones. Según los sindicatos, las iglesias y otros actores de la sociedad civil, la situación es terrible. El país está paralizado, saqueado y entregado a las bandas. Las iglesias cristianas celebraron la Pascua de 2023 con miedo a los secuestros y asesinatos, que ya no perdonan a nadie", dice Fath en su artículo de La Croix.
Más adelante recuerda que la hoja de ruta trazada por el Acuerdo de Montana (30 de agosto de 2021), apoyado por asociaciones, iglesias, sindicatos y movimientos campesinos, no ha podido aplicarse, puesto que el actual gobierno de transición de Haití, dirigido por Ariel Henry, "está desacreditado y corrompido y vive de tiempo prestado".
Según este investigador del CNRS, las iglesias han estado muy activas (tanto la católica, los protestantes, los renacimientos evangélicos, pentecostales y proféticos) trabajando por los más necesitados, alimentando iniciativas de bien común y la cultura asociativa, en un país casi dirigido por las bandas criminales.
Una deuda de honor
"Cuando todo parecía bloqueado, comenta Fath, una importante investigación del New York Times en 2022 reabrió una vía dando cobertura mediática a un asunto hasta entonces desconocido para el público".
Y es que desde 1825, bajo la amenaza del bloqueo y los cañones del rey francés, Haití se ha visto obligada a pagar a París un pesado tributo anual durante décadas, cuyo importe total equivale a 500 millones de euros (560 millones de dólares, según el New York Times). "Francia debe este dinero a Haití obtenido por la vía de la extorsión".
A continuación, Fath imagina una "utopía reparadora". Se trata de que las autoridades francesas aceptaran restituir a Haití este dinero, misma que podría curar algunos de los males que sufre en el presente el pueblo de la primera nación en obtener su independencia en América Latina y la nación más pobre del continente en la actualidad.
La primera herida que podría cerrarse es la proliferación de armas. La idea sería que una tercera parte de la reparación se dirija a los puertos haitianos, actualmente controlados por el sector privado y por bandas. Una intervención de la ONU, cofinanciada por las reparaciones francesas, permitiría bloquear el tráfico masivo de armas que alimenta a las milicias.
La segunda herida sería cerrar el brutal rezago educativo de Haití, condición indispensable para la pacificación y la prosperidad del pueblo. "Pagar a los profesores, rescatar las escuelas haitianas, sobre todo las religiosas, y apoyar a los estudiantes movilizaría sabiamente un segundo tercio de los fondos para curar la herida de la escolarización. Porque sin educación, la calle roba el futuro de los jóvenes", agrega Fath.
Finalmente, el último tercio de las reparaciones francesas podría ir, no a las ONG internacionales, sino directamente a los bolsillos de los haitianos que luchan por sobrevivir, a través de las comunidades locales, las asociaciones y las iglesias. "Tres gestos para hacer rodar la piedra de la desesperación que parece haberse cerrado sobre la tumba haitiana", remata Fath en su artículo de La Croix.