Santa Teresa de Lisieux fue un ejemplo impecable de caridad y humildad. Esta joven monja carmelita trató a toda persona en su camino con gran ternura, buen ánimo y nobleza.
Dentro del Carmelo -al que ingresó a los 15 años-, Santa Teresita estudió profundamente los Evangelios y, con el tiempo, su amor a Dios fue creciendo, lo cual la llevó a vivir plenamente confiada y abandonada en Él y su infinito Amor.
Esta experiencia de Amor y el deseo de santidad que Cristo puso en su corazón se tradujo en pequeños gestos de amor cotidiano. ¡Hasta sus obras más pequeñas fueron realizadas con profundo amor!
San Juan Pablo II, en la Jornada Mundial de las misiones (1997), dijo:
"Teresa de Lisieux no solo captó y describió la profunda verdad del amor como centro y corazón de la Iglesia, sino que la vivió intensamente en su breve existencia. Precisamente esta convergencia entre la doctrina y la experiencia concreta, entre la verdad y la vida, entre la enseñanza y la práctica, resplandece con particular claridad en esta santa, convirtiéndola en un modelo atractivo especialmente para los jóvenes y para los que buscan el sentido auténtico de su vida".
¿Cuál fue su secreto?
Que como ella, seamos capaces de decir:
"Oh, Jesús, yo te amo! A ti tiende mi alma.
Sé por un solo día mi dulce protección,
ven y reina en mi pecho, ábreme tu sonrisa
¡nada más que por hoy!"