Moisés es más famoso como libertador del pueblo hebreo, al que sacó de Egipto hacia la Tierra Prometida, pero también como legislador: recibió de Dios las tablas de la Ley. Pero no fueron estas dos identidades de libertador y legislador en las que se centró Benedicto XVI en su audiencia con Moisés el 1 de junio de 2011, sino más bien en la de hombre de oración. El libertador de Israel fue, en efecto, un destacado orante. Hay tres razones principales que explican esta característica de su personalidad, razones que pueden inspirarnos como cristianos.
La oración nace de la amistad con Dios
Primera razón: Moisés vivió en la intimidad de Dios. Al comienzo de su audiencia, Benedicto XVI nos recuerda el versículo del libro del Éxodo: "Dios habló a Moisés cara a cara, como un hombre habla a un amigo" (Ex 33,11). Esta familiaridad con el Señor le daba el impulso para hablarle, rezarle y confiarle los deseos del pueblo a su cargo. Este versículo es muy instructivo para nosotros porque ilustra esta importante verdad: orar a Dios exige cultivar una relación continua y cada vez más íntima con Él.
El amor del Dios fiel
La segunda razón por la que Moisés era un hombre de oración es su amor a Dios. A este respecto, Benedicto XVI recuerda brevemente las circunstancias del pecado del pueblo en el episodio del Becerro de oro: los fugitivos prefirieron un ídolo visible al Dios invisible del Sinaí. Ante esta incoherencia y este deseo de menospreciar el misterio divino cambiando la gloria por la imagen de un rumiante, Dios amenazó a su pueblo. Fue entonces cuando Moisés intervino, declarando a Dios: "¿Por qué, Señor, se enciende tu ira contra tu pueblo, al que sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? ¿Por qué han de decir los egipcios: 'Él los sacó de la maldad, para destruirlos en los montes y borrarlos de la faz de la tierra'?" (Ex 32, 11-12).
En este llamamiento, la oración de Moisés se convierte en abogada de la fidelidad de Dios. Moisés le recuerda que fue Él quien, con su bondad, sacó a Israel de la casa de la esclavitud. "La súplica de Moisés está totalmente centrada en la fidelidad y la gracia del Señor", dice Benedicto XVI. Como si, en su oración, Moisés recordara a Dios quién es Él. Moisés está preocupado por la reputación de Dios entre los demás pueblos.
Así pues, esta oración, que apela a Dios contra su propio deseo divino (abandonar a su pueblo), solo puede surgir de un profundo amor a Dios por parte de Moisés, un amor que a su vez está vinculado a un conocimiento íntimo de la misericordia divina, tal como Moisés la experimentó durante el viaje de salida de Egipto. Una vez más, ¡qué lección para nosotros! Porque rezar es también ocuparse de los asuntos del Señor. ¿No comienza el "Padre nuestro" pidiéndonos que santifiquemos el nombre divino?
Moisés reza en solidaridad con su pueblo
Por último, la tercera característica de la oración de Moisés es su amor por el pueblo del que es líder. Tras el pecado del Becerro de Oro, intercede ante Dios y le pide perdón. En la misma línea, Moisés pide la curación de Miriam, enferma de lepra por haber hablado mal de su hermano (Nm 12, 9-13).
Benedicto XVI subraya hasta qué punto Moisés es solidario con su pueblo, hasta el punto de renunciar a la perspectiva de convertirse en un nuevo pueblo que sustituya a Israel. Subraya también la dimensión crística de Moisés, que prefiere identificarse con el pueblo y sufrir la misma suerte que él antes que convertirse en semilla de otro pueblo. "Si no, por favor, bórrame del libro que has escrito" (Ex 32, 32), dijo a Dios. Cristo tendrá la misma actitud en el Calvario.
Benedicto XVI afirma que la oración de Jesús expresa no sólo su solidaridad con los hombres, sino sobre todo su identificación con nosotros, hasta el punto de hacerse pecado por nosotros (2 Co 5,21): "Cristo nos lleva a todos en su cuerpo", dice el Papa.
La solidaridad de Moisés con su pueblo es un modelo para nuestra oración. En los grupos de oración, no es raro que el tiempo de adoración vaya seguido de un momento en el que los participantes imploran la misericordia de Dios en favor de personas que conocen y que se encuentran en dificultades. De este modo, repiten lo que hizo Moisés en el desierto del Sinaí, por ejemplo, cuando intercedió en favor de las víctimas de las serpientes ardientes (Num 21, 4-9). En esta audiencia general, Benedicto XVI ha recordado con razón que Moisés no fue sólo un liberador político y un legislador, sino también un hombre de oración en el que podemos inspirarnos para dirigirnos a Dios.
20 frases de santos sobre la importancia de la oración:
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