Los migrantes viven un drama que se encuentra en toda la historia de la humanidad, a veces por causas terribles como el secuestro o el desplazamiento violento y otras por voluntad propia; pero indudablemente, al emigrar entraña dejar casa, amigos y, en ocasiones, hasta la propia familia, sin saber si volverán a verse.
Muchos santos vivieron en carne propia esta realidad. Algunos son considerados padres y madres de los migrantes, a otros se les pide su protección; otros más tuvieron que abandonar sus países porque así se los pidió Dios. Sin embargo, en todos estos casos, estas decisiones, a veces forzadas, estuvieron siempre bajo mirada de la Providencia Divina.
Emigrantes y desplazados
Jesús, José y María también tuvieron que dejar su tierra en varias ocasiones: primero, cuando se llevó a cabo el censo en Belén:
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada (Gn 2, 4-5)
Luego, cuando tuvieron que huir a Egipto por causa de la persecución de Herodes:
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto (Mt 2, 14).
Después, regresaron para vivir en Nazaret:
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: "Será llamado Nazareno" (Mt 2, 21-23)
Los santos que han dejado su nación
De la misma manera, muchos santos se han visto obligados a dejar sus patrias, cambiando incluso de nacionalidad para cumplir mejor sus tareas. Por eso, aunque se trata de una situación difícil de afrontar, estemos seguros de que Dios nunca abandona al que tiene que alejarse de su hogar.
Además, hay que pedir la intercesión de aquellos que, en su paso por esta vida, experimentaron la migración para mejorar las condiciones de sus semejantes, dando ejemplo para los que somos testigos de las injusticias que pueden surgir, para ayudar a los que sufren y mitigar, en la medida de lo posible, todo su dolor.