Una religiosa que regentó un ducado, asistía a los pobres y a los enfermos, predicaba y era buscada como consejera: la beata y mística Hosana Andreasi unió la contemplación y el apostolado a lo largo de toda su vida.
Hosana nació el año 1449 en la Lombardía italiana. Su familia, de la nobleza, era muy numerosa.
A menudo cuidaba a sus hermanos pequeños. Se ocupaba con acierto de sus necesidades cotidianas.
Pero a la vez sentía mucha sed de conocimiento y vivió profundas experiencias de intimidad con Jesucristo.
Una de ellas le permitió conocer la felicidad que en el cielo se vive al amar a Dios, según escribió años después:
“Yo, de seis años infundió el Señor en mi alma, no por mis méritos, un género de conocimiento y luz que todo cuanto veía y oía me representaba a Dios en mi interior; con tan viva representación, gusto, sentimiento y dulzura del mismo Dios, que muchas veces se hallaba mi espíritu absorto y transportado en Cristo. Esta luz me convidaba y hacía pronta, solícita y perseverante en la oración, en la meditación de la Pasión, en las abstinencias, ayunos, obras de misericordia, confesión y lágrimas”.
Totalmente de Cristo
A los siete, después de sufrir una enfermedad, se consagró a Dios. Rechazó el matrimonio y entró en la familia dominica como Terciaria de la Penitencia de Santo Domingo.
Vistió el hábito religioso siendo una quinceañera. Hosana dedicaba mucho tiempo a la oración y a hacer penitencia. Su humildad y su alegría iluminaban todas sus virtudes.
Muchos la consideraban una santa en vida. El historiador dominico Vito Tomás Gómez García destaca a Aleteia la devoción constante de esta religiosa a la pasión de Jesús.
“Hosana asumió generosamente el dolor redentor en favor del mundo entero con manifestaciones que le unieron a Cristo en la pasión y la cruz”, explica.
Una inspiración sin límites
Murió con serenidad el 18 de junio de 1505 a los 56 años junto a los duqueses de Mantua, que habían descubierto su santidad y valorado su grandeza.
Solo diez años después, el Papa permitió su culto en su diócesis y más tarde en todo el mundo. Su cuerpo se venera hoy en Mantua.
A lo largo de los años ha inspirado a muchísimas personas, entre ellas a la beata Hosana de Kotor.
Muchos detalles de la vida de la beata Hosana de Mantua se conocen gracias a sus cartas y a su biografía escrita por su director espiritual Francisco de Silvestri.