En el orden original de los siete sacramentos, los catecúmenos eran bautizados, confirmados y recibían su primera comunión en una Misa de Pascua. Este ordenamiento reflejaba una importante verdad teológica: que la Eucaristía es la "cumbre" del itinerario vital de un católico:
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que "la Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor por medio de la Eucaristía" (CEC 1322).
Fuente y cumbre
El Catecismo continúa su comentario sobre la Eucaristía destacando su papel privilegiado entre los siete sacramentos:
La Eucaristía es "fuente y culmen de la vida cristiana". "Los demás sacramentos, e incluso todos los ministerios eclesiásticos y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y orientados hacia ella. Porque en la bendita Eucaristía está contenido todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua". (CEC 1324)
Los católicos creen que en, la Eucaristía, Jesús está verdadera y sustancialmente presente bajo la forma de pan y vino. Mientras que los otros sacramentos ciertamente transmiten la gracia y la vida de Cristo, es solo la Eucaristía la que contiene la "Presencia Real" de Jesús.
Unión plena con Cristo
Todo el objetivo de la vida cristiana es unirse más plenamente a Jesús, y la Eucaristía es el sacramento que puede realizarlo de la manera más concreta.
Una vez más, el Catecismo explica que "la Eucaristía es la suma y el resumen de nuestra fe: 'Nuestro modo de pensar está en sintonía con la Eucaristía, y la Eucaristía, a su vez, confirma nuestro modo de pensar'" (CEC 1327).
Todos los demás sacramentos apuntan a la Eucaristía, y a menudo se celebran en el contexto de la Misa, cimentando esta realidad espiritual.