Aunque Jesús deseaba que todos sus discípulos estuvieran de acuerdo, no retrocedió ni diluyó su mensaje cuando amenazaron con alejarse de él cuando hablo de la Eucaristía.
Jesús les dijo: "En verdad, en verdad les digo: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes; el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, así también el que me coma vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo, no como el que comieron los padres y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre." (Juan 6,53-58)
Un dicho duro
En respuesta a las palabras de Jesús, sus discípulos se escandalizaron, preguntándole cómo era posible semejante concepto:
Muchos de sus discípulos, al oírlo, dijeron: "Dura es esta palabra; ¿quién puede escucharla?" (Juan 6, 60)
Desgraciadamente, muchos decidieron alejarse: "Después de esto, muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban con él" (Juan 6,66).
El Catecismo de la Iglesia Católica compara esta división entre los discípulos de Jesús con el modo en que la cruz fue una "piedra de tropiezo":
El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, del mismo modo que el anuncio de la Pasión los escandalizó: "Esta es una palabra dura; ¿quién puede escucharla?". La Eucaristía y la Cruz son piedras de tropiezo.
San Pablo utilizó palabras similares al escribir a los corintios:
Porque los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos e insensatez para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder de Dios y sabiduría de Dios.
Un salvador crucificado no tiene sentido desde un punto de vista mundano, y sigue siendo una enseñanza difícil de aceptar.
¿También te irás?
El Catecismo nos presenta hoy las palabras de Jesús, preguntándonos si también nosotros nos alejaremos:
Es el mismo misterio y no deja de ser ocasión de división. « ¿También ustedes se quieren marchar? »: la pregunta del Señor resuena a través de los siglos, como una invitación amorosa a descubrir que sólo Él tiene «palabras de vida eterna» y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acoger al Señor mismo (CIC 1336).
La Eucaristía sigue siendo una enseñanza difícil, pero esencial para la fe católica, recordándonos que Dios permanece con nosotros y nos ama con un amor eterno.