En el artículo aquí publicado, Liturgia y latín: Un recorrido por la historia de la Iglesia, quedaron señalados algunos de los numerosos ritos con los cuales se ha celebrado —y se sigue celebrando— la Santa Misa por todo el orbe.
Con la promulgación del Misal Romano de 1962 se registraron numerosas resistencias a esta reforma litúrgica promulgada por san Pablo VI, Papa. Cabe señalar que la mayoría de tales resistencias se dieron dentro de la comunión de la Iglesia. Junto a ello también se registró otra, bien articulada, liderada por el arzobispo francés Marcel-François Marie Lefebvre, el cual, en 1988, acabó por romper con la comunión eclesial al ordenar a cuatro obispos, teniendo del Papa san Juan Pablo II la expresa prohibición de hacerlo. Con ello incurrió en excomunión latae sententiae (automática, sin necesidad de ser ésta declarada) para él, los obispos por él ordenados y los fieles que le siguieron en tal cisma.
Un puente a la unidad perdida: Ecclesia Dei
El 2 de julio de 1988, el Papa san Juan Pablo II publicó la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Ecclesia Dei, en la que expresa su tristeza por la herida a la comunión de la Iglesia provocada por tal cisma. El Papa señala que este se originó por
“Una imperfecta y contradictoria noción de Tradición: imperfecta porque no tiene suficientemente en cuenta el carácter vivo de la Tradición, que —como enseña claramente el Concilio Vaticano II— arranca originariamente de los Apóstoles, 'va progresando en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo; es decir, crece con la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente los misterios que viven, cuando las proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad' (Dei Verbum 8). Pero es sobre todo contradictoria una noción de Tradición que se oponga al Magisterio universal de la Iglesia, el cual corresponde al obispo de Roma y al Colegio de los obispos. Nadie puede permanecer fiel a la Tradición si rompe los lazos y vínculos con aquél a quien el mismo Cristo, en la persona del Apóstol Pedro, confió el ministerio de la unidad en su Iglesia (Cf. Mt 16, 18; Lc 10, 16)” (n.4).
El Santo Padre motivó en dicho documento a tomar conciencia “no sólo de la legitimidad sino también de la riqueza que representa para la Iglesia la diversidad de carismas y tradiciones de espiritualidad y de apostolado, la cual constituye también la belleza de la unidad en la diversidad: esa 'sintonía' que, bajo el impulso del Espíritu Santo, eleva la Iglesia terrestre al cielo” (n. 5a).
Justo por este aprecio manifiesto por el rito anterior, y deseando integrar a todos los fieles en la comunión de la Iglesia de Cristo, el Papa autorizó a los miembros de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a conservar sus tradiciones espirituales y litúrgicas (Cf. n. 6a), invitando a toda la Iglesia a “respetar en todas partes, la sensibilidad de todos aquellos que se sienten unidos a la tradición litúrgica latina” (n. 6c).
Puertas abiertas a la unidad hasta ese momento no conseguida: Summorum Pontificum
El Papa Benedicto XVI, empeñado por la vuelta a la unidad aún no restablecida, publicó el 7 de julio de 2007 la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Summorum Pontificum, en la que presenta abreviadamente las acciones de sus antecesores para lograr que la Iglesia de Cristo ofrezca a la Divina Majestad un culto digno de alabanza y gloria de su nombre, y para el bien de toda su Santa Iglesia.
En este contexto, el Santo Padre reconoce que, no obstante todos estos esfuerzos, existen fieles que se han adherido con mucho amor y afecto a las anteriores formas litúrgicas debido a que estas han impregnado su cultura y su espíritu; razón por la cual obsequia y establece:
“El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la 'Lex orandi' (Ley de la oración), de la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano promulgado por san Pío V, y nuevamente por el beato Juan XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma 'Lex orandi' y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la 'Lex orandi' de la Iglesia en modo alguno inducen a una división de la 'Lex credendi' (Ley de la fe) de la Iglesia; en efecto, son dos usos del único rito romano. Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia”.
Balance de la cuestión y puesta al día: Traditiones Custodes
El 16 de julio del 2021, el Santo Padre Francisco publicó una carta a todos los obispos del mundo en la que, a su vez, presenta la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Traditiones Custodes.
En estos documentos, el Papa Francisco hace un balance de la cuestión, partiendo del deseo original del Papa Benedicto XVI de hacer una revisión de su Carta Summorum Pontificum a tres años de su publicación. El Papa señala que en el año 2020 la Congregación para la Doctrina de la Fe realizó tal consulta a todos los Obispos del mundo para recoger la experiencia vivida a este respecto y escuchar sus preocupaciones pastorales.
En la carta a los Obispos, el Santo Padre Francisco señala que la motivación de sus dos antecesores al facilitar el uso del Misal Romano de 1956 fue el favorecer la unidad perdida, sin embargo reconoce que:
“Esa facultad fue interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar libremente el Misal Romano promulgado por san Pío V, resultando un uso paralelo al Misal Romano promulgado por san Pablo VI (...) Una oportunidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para restaurar la unidad del cuerpo eclesial, respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división”.
Abusos en la celebración de la Santa Misa
El Papa Francisco también reconoce: “Me duelen por igual los abusos de una parte y de otra en la celebración de la liturgia. Al igual que Benedicto XVI, yo también deploro que 'en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad' (Benedicto XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani). Pero también me entristece el uso instrumental del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no solo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la 'verdadera Iglesia'”.
Y apelando a un generoso espíritu de comunión, agrega: “Quienes deseen celebrar con devoción según la forma litúrgica anterior no encontrarán dificultad en encontrar en el Misal Romano, reformado según la mente del Concilio Vaticano II, todos los elementos del Rito Romano, especialmente el canon romano, que es uno de sus elementos más característicos”.
La decisión: rescatar la unidad perdida
El Papa Francisco, respondiendo a la petición de los obispos, decidió derogar todas las normas y concesiones anteriores, y ordenó considerar el Misal Romano postconciliar como única expresión de la lex orandi (ley de oración) del Rito Romano. Unido a ello, instruye la manera de aplicar tal norma:
"Las indicaciones sobre el modo de proceder en las diócesis están dictadas principalmente por dos principios: por un lado, prever el bien de quienes están arraigados en la forma de celebración anterior y necesitan tiempo para volver al Rito Romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II; por otro lado, interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y a la voluntad de sacerdotes individuales que a la necesidad real del 'santo Pueblo fiel de Dios'.
Al mismo tiempo, os pido que procuréis que cada liturgia se celebre con decoro y fidelidad a los libros litúrgicos promulgados tras el Concilio Vaticano II, sin excentricidades que fácilmente degeneran en abusos. A esta fidelidad a las prescripciones del Misal y a los libros litúrgicos, en los que se refleja la reforma litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II, sean educados los seminaristas y los nuevos presbíteros”.
Conclusiones
1 | Los diferentes ritos no representan problema alguno en la vida de la Iglesia. En el caso preciso del tridentino, es fácil reconocer que es un rito digno, venerable y fructífero; al punto que ningún Papa lo ha descalificado o invalidado.
2 | El problema real es la instrumentalización de este rito para enarbolar una postura que, en la práctica, es divisoria al arrogarse una supuesta fidelidad a la tradición que, paradójicamente, rompe con ella y con la comunión eclesial.
3 | La comunión con Cristo no es ajena a la comunión eclesial. La primera se expresa en la segunda. En su documento La reciprocidad entre fe y sacramentos en la economía sacramental, la Comisión Teológica Internacional precisa: “Quien comulga no confiesa solamente a Cristo, sino que también comulga con la confesión de fe de la comunidad en la que participa de la eucaristía” (n. 127). Esta comunidad es, precisamente, la Iglesia de Cristo, encomendada a sus Apóstoles, de los cuales el Papa y los Obispos son sus legítimos sucesores.