Cuando dices que eres incapaz de no lastimar a los demás, es muy importante que te incluyas: tú eres parte de los otros.
Esto viene a indicarnos la importancia que tiene en nuestras vidas el sabernos cuidar bien a nosotros mismos.
Si no le haces daño a nadie, tampoco te lo hagas a ti mismo.
Lo que pasa, es que sí es muy frecuente el que te descuides a ti mismo, en busca de atender a los demás y no hacerlo contigo.
Si no quieres lastimar ni dañar a los otros, recuerda que tú eres parte de las personas a las que no les quieres hacer daño.
Es un recordatorio inclusivo, el estar pendiente de tus necesidades y requerimientos, tanto como lo estás dispuesto a hacer por los demás.
Ese increíble desequilibrio hace que muchas amas de casa que sufren al ser tan atentas y dedicadas con sus hijos y familiares, lleguen a caer en la fatiga y el agobio, simplemente porque atendieron a todos menos a ellas mismas.
En casa
Y sucede mucho. Porque además se conjuga con la insensibilidad de los amigos y parientes de no fijarse en que ella también requiere atenciones para, como mínimo, comer o descansar un rato.
Hay casos en que llega al extremo de una fiesta en casa y no hay quien ayude a recoger todos los platos sucios, lavarlos y guardarlos. Y todo lo tiene que hacer ella misma, porque no hay una actitud positiva para acompañarla en una tarea indispensable.
Tenemos que ser más considerados con las personas que se entregan y dedican plenamente a sus seres queridos e invitados, para que también se sientan atendidas y consideradas en su esfuerzo.
Pero no se trata de que los demás resolvamos una situación que deben empezar por resolver ellas mismas (o ellos), al incluirse en las magníficas atenciones que tienen con los demás, para que también las tengan consigo mismos.
En una lógica del "tú eres yo y yo soy tú", se abre la puerta a una caridad mayor consigo mismo, al igual que con los demás.
Trátate como tratas a los demás
Qué bueno que eres muy amable y cortés con las demás personas, se nota tu buena educación y trato. Pero fácilmente puedes caer en el error de descuidarte, y dejar de hacer lo mismo contigo mismo (igual vale el argumento para hombres que para mujeres).
Se puede llegar hasta el extremo de no hacer una visita al doctor para una revisión médica preventiva, o mantener la limpieza dental, o descuidar el peso y llegar a la obesidad. Ejemplos, todos ellos, de un claro descuido a sí mismo, con la burda explicación de que no hay tiempo o dinero para hacerlo.
Hay personas que llegan a tal grado que se olvidan hasta de su higiene personal o de la vestimenta adecuada, como que se olvidan de darle el cuidado básico a su propia personalidad.
Simplemente no se atienden, ni ellos mismos ni los lugares en los que viven, teniendo espacios sucios y sin mantenimiento, porque hacen lo mismo que con su cuerpo, los dejan sin cuidar y darles el mantenimiento correcto.
Cuidarse confundido con egoísmo
La idea maravillosa de la caridad es dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, ser atentos y entregados a las necesidades de los que padecen y sufren de carencias.
Es hacer el bien y llegar incluso al sacrificio personal con tal de darnos, plenamente, a los que más lo necesitan. Pero sin descuidar el amor a sí mismos: tanto hay que amar a Dios, sobre todas las cosas y al prójimo, pero tanto como a sí mismos.
No están peleadas una situación con la otra. El cuidarte no es egoísmo, más bien es una seria y muy importante responsabilidad que tenemos, pues también hay que cuidar lo más valioso que poseemos, que somos nosotros mismos.
Se trata de dar lo mejor y para lograrlo hemos de cuidarnos lo más que podamos, pues no queremos dar pena ni vergüenza. Ni que los demás nos vean débiles, fracasados, enfermizos, enojados y tristes. Que lleguemos al extremo de que seamos los que necesitamos de la caridad de los demás, porque no podemos ni con nosotros mismos y requerimos que vengan los demás a salvarnos, porque ya damos lástima.
Tener la jarra llena
Para servir, hemos de estar saludables, vigorosos, contentos, preparados, alertas, conscientes, poseer recursos suficientes para tener que darle algo a los demás.
Si queremos dar agua al sediento, hemos de tener la jarra llena de agua, para saciar la sed de los que carecen de ella. Si no tenemos esa jarra llena de vitalidad, de optimismo, de alegría y disponibilidad, ¿qué es lo que le vamos a dar a los demás?
El mensaje está muy claro: cuidarte y atenderte es vital para poder entregarte a los demás, pues uno no puede dar lo que no tiene.
Tu también eres el prójimo. Si a nadie le haces daño, tampoco a ti.