Cualquiera que abra una Biblia se sorprenderá al comprobar que la palabra "Yahvé" aparece con mucha regularidad. ¿Una palabra hebrea equivalente al latín deus o "Dios"? En realidad, no.
Los traductores católicos han elegido generalmente esta expresión para reflejar las letras hebreas YHWH, que no se pueden pronunciar.
Este tetragrámaton es de hecho el nombre mismo del Creador para los autores bíblicos, y no la palabra que designa la realidad divina como es el "Dios" español, que también se utiliza genéricamente con "d" minúscula.
Una de las singularidades de la Revelación -el Creador que se da a conocer a los hombres para mostrarles su plan benévolo- es que Dios da a su pueblo elegido su Nombre.
No es un ser lejano y superior, sino que desea aliarse con sus criaturas por amor, el mismo amor que presidió la creación.
La tradición judía
En la tradición judía, el Creador no dio su nombre para "pronunciarlo en vano", como estipula la Ley, lo que induciría a creer que se puede poner las manos sobre Dios.
Al contrario, la liturgia hebrea solo autoriza a una persona en un solo día a pronunciar esta palabra: el Sumo Sacerdote, el Día del Kippur (Gran Perdón).
Ese día, el Sumo Sacerdote entra en el Lugar Santísimo e invoca a YHWH, el nombre que salva a todo el pueblo de sus pecados.
Como el hebreo es una lengua consonante, el nombre de Dios es un tetragrámaton sin vocal y, por tanto, impronunciable. Solo la tradición oral sacerdotal permitió a los sucesivos sumos sacerdotes pronunciarlo correctamente.
Al haberse extinguido la sucesión de Aarón, nadie sabe hoy vocalizar YHWH, y la transcripción "Yahvé" es una hipótesis. Que es filológicamente incierta.
Para mantenerse fiel a la tradición hebrea, y por la misma preocupación de no parecer poseer a Dios, el propio Juan Pablo II pidió en 2001 a todos los católicos que no retranscribieran el Tetragrámaton, sino que lo sustituyeran por el Dominus latino o sus equivalentes vernáculos, como "Señor" en español.
Aunque la instrucción es litúrgica, cumplirla en todo es una forma de recordar que el Creador está infinitamente más allá de la mente humana, aunque quisiera darse a conocer.