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5 Hechos escandalosos sobre san Agustín que no conocías

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Michael Rennier - publicado el 10/07/17 - actualizado el 27/08/24
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San Agustín fue un hombre rebelde que se convirtió por la gracia de Dios y la oración de su madre. Aquí hay cinco de esos hechos escandalosos que casi lo pierden

San Agustín de Hipona, que vivió en el imperio romano durante el siglo IV, pasó por una fase bastante rebelde en su juventud, que, de hecho, le duró hasta bien entrada su edad adulta. Sus indiscreciones, que podemos catalogar de hechos escandalosos, fueron tan abundantes que, pasados unos años, tras percatarse de los errores en su estilo de vida, consiguió llenar un libro entero, Confesiones, con los detalles de su comportamiento.

En este libro, Agustín manifiesta su preocupación por haber esperado demasiado para cambiar de vida, por haber desperdiciado tanto tiempo y hecho demasiado mal como para poder ofrecer suficiente compensación.

1Era un ladrón

Con 16 años, Agustín y sus compañeros de canalladas robaron todas las peras del árbol de su vecino y arrojaron la fruta a unos cerdos. Puede que parezca un crimen menor, pero en su mente arrojaba una larga sombra, porque no se comió las peras y ni siquiera tenía hambre: fue un robo por el puro placer de robar.

Más tarde, escribió que tirar las peras los complació "mucho más porque estaba prohibido". Para Agustín, esta fue una primera degustación del lado oscuro y el comienzo de una escalada de vicios sucesivos.

2Era un playboy

El Agustín adolescente llevó su obsesión por las chicas a un nivel estratosférico. Según explica, en aquella época de sus 16, “el frenesí había hecho mella en mí y me rendí por completo a la lujuria”.

La obsesión creció con él y continuó luchando contra su apetito sexual descontrolado hasta bien entrada su treintena. Ya como universitario, se fue a vivir con una mujer y, aunque su relación continuó durante casi una década, nunca se casó con ella.

3Tuvo un hijo fuera del matrimonio

La decisión de Agustín de no casarse con su amante (de quien nunca revela su nombre) se hace incluso más difícil de excusar cuando desvela que se convirtió en la madre de su hijo, Adeodato. Se mantuvo al lado de los dos cuando su floreciente carrera lo condujo a Roma, aunque siguió negándose a comprometerse en el matrimonio. Al final, su amante tomó la difícil decisión de abandonarle. “Ella era más fuerte que yo”, escribió.

4Tenía otra amante

El impacto del abandono de la madre de su hijo hizo que Agustín decidiera intentar poner orden en el desastre en que se había convertido su vida amorosa, así que se arregló un matrimonio con una joven. El problema es que ella era tan joven que tenía que esperar dos años para llegar a edad casadera.

Mientras tanto, Agustín perdió los nervios y tomó a otra querida. Escribe que estaba “impaciente por el retraso” y que era “un esclavo de la lujuria”. En este punto, estaba desesperado, pues se daba cuenta de que había perdido la capacidad de diferenciar el deseo físico del amor verdadero.

5Rompió el corazón de su madre

Todas estas elecciones vitales desastrosas empeoran mucho más cuando consideramos que Agustín no solo cayó en una vida de total libertinaje, sino que por sus acciones causó daño a los que le rodeaban, incluyendo a su madre Mónica.

No resulta difícil imaginar que Mónica estaba desconsolada, preguntándose qué podía haber hecho mal para criar a un hijo tan vicioso. Incapaz de controlarle, le suplicó que, al menos, no sedujera a ninguna mujer casada.

A pesar de todos sus errores, con el tiempo Agustín logró superar sus vicios. Hizo las paces con su madre y terminó criando a su hijo.

Y a pesar de todo, fue santo

Cuando leemos sobre santos como Agustín, la tendencia puede ser la de blanquear sus errores o fingir que nunca se equivocaron, pero no es verdad.

La vida de san Agustín y su sinceridad al admitirlo todo ofrecen un alentador ejemplo de que, al margen de nuestros errores del pasado y de lo que despreciemos de nuestra personalidad, o de lo que deseamos que fuera diferente en nosotros mismos, nunca es demasiado tarde para redimirse.

Si nos esforzamos para seguir adelante y abordar nuestra historia con sinceridad, entonces el pasado no puede evitar que consigamos la felicidad que el futuro nos guarda.

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